Estamos en una pradera cuando oímos el sonido que producen los cascos de un animal con pezuñas al pisar. Por simple probabilidad, lo primero que pensaríamos sería en un caballo que se acerca a galope. Si no fuera el caso, seguramente nuestra segunda opción se tratase de una cebra. Pero en lo que jamás pensaríamos sería en un unicornio ¿verdad?

Con la salud pasa lo mismo. El caballo sería un tirón, la cebra una hernia de disco y el unicornio… a saber. En fin, como dijo René Descartes; daría todo lo que se por la mitad de lo que ignoro. El problema con el dolor es que muchas veces está repleto de fantasía. Dolores no resueltos por ningún especialista que convierten al que lo padece en un clásico “paciente ping-pong”, que rebotan en busca de soluciones. Quizás los cascos no sean esta vez de caballo o cebra y no tenga una “contractura” o un “pinzamiento”. Quizás haya que preguntar cosas como: ¿te despierta por la noche?, ¿coincide la hora?, ¿has adelgazado? o ¿te sientes especialmente cansado?. Quizás sea un unicornio. Quizás sea un proceso tumoral. Quien sabe.

El principio de parsimonia o navaja de Ockham dice asi: “En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Podría atribuirse a algunas ciencias pero no a las ciencias de la salud. Después de todo, hay cosas que si que sabemos. Y es que, sin preguntas no hay respuestas. ¿Verdad?

Escrito por Juan Gorostiza

Socio fundador de «Clínica Alhóndiga»