Vivimos en una realidad paralela. Queremos tener la cena en 5 minutos, que nos sirvan el café los primeros y hacernos ricos de la noche a la mañana. Aquel concepto americano que consistía en tener “UNA IDEA”, con la cual cambiamos el mundo ha hecho mucho daño a una sociedad como esta. Aquello se lo reservamos a Mark Zuckerberg, a Steve Jobs o a los hermanos Wright. Para el resto de los mortales, los cambios llegan con perseverancia, trabajo y optimismo.
Lo mismo ocurre con el dolor. Acudimos a un médico, a un dentista o a un fisioterapeuta buscando resultados inmediatos, eficaces y duraderos. Al médico le comentamos que llevamos toda la vida con reflujo; pero que no vamos a cambiar la dieta, ni a dejar de consumir bebidas alcohólicas bajo ningún concepto. Total, seguro que los americanos han encontrado con tanta inversión en I+D una cura inmediata para la acidez que tanto me molesta. Al dentista le comentamos que lo de la higiene bucal se nos olvidó cuando dejamos de ver la familia Telerín pero que en unas pocas citas, y con unos precios “razonables”, queremos tener la dentadura de Penélope Cruz. Del fisioterapeuta, que te voy a contar, en ocasiones le pedimos milagros. No nos movemos del sofá durante 10 años y pretendemos correr una maratón o una «Spartan Race» que están ahora tan de moda.
Quien sigue rutinas poco saludables no puede pensar que su cuerpo no lo pagará con dolores y que, por lo tanto, al cabo habrá que tomar medidas agresivas como operaciones quirúrgicas para poder recuperar un poco de la calidad de vida que tenían. Es obvio. Falta solo saber cuánto tardarán en darse cuenta y cuantas veces habrán buscado soluciones en innumerables profesionales de la salud que no pueden cuidar de ellos si no ponen de su parte.
Escrito por Juan Gorostiza
Socio fundador de «Clínica Alhóndiga»